De nuevo por Europa pero, esta vez, con un gran cambio…. “Plasti” había llegado para quedarse. Nuestra actual compañera, una Triumph Trophy 1200, nos transportó por los países de Eslovenia, Hungría y gran parte de Rumanía en Agosto de 2016.
Foros, revistas, blogs… la famosa “Trasfagarasan” en Rumanía, se repetía como una de las carreteras más peligrosas de Europa. Ya teníamos nuestro principal objetivo, y así, fuimos creando el resto del viaje.
Calculamos sobre el mapa las etapas para tres semanas y comprobamos que, además de esta famosa carretera, podríamos recorrer el Paso Vrsick (Eslovenia) y la Transalpina (Rumanía). Un viaje de 7.127 kilómetros hasta Transilvania, en el que aprovechamos para conocer también Eslovenia y Hungría.
Con el plan organizado; rutas previstas, alojamientos, puntos de interés y sobre todo… las carreteras objetivo localizadas, nos pusimos en marcha.
Durante dos días y medio de vías rápidas cruzamos Francia e Italia. Al final de ese tercer día, empezaba lo bueno… Dejábamos la doble vía para hacer los últimos kilómetros de curvas por la SS-52 antes de llegar a nuestro destino: Tarvisio. Este pueblecito alpino frontera con Eslovenia nos recibió con el mejor de los escenarios, rodeados de naturaleza, saboreando un merecido descanso.
A la mañana siguiente, un tempranero despertador nos puso en pie con la mejor de las sonrisas. Realmente, ahora empezaba nuestro gran viaje… Para la jornada del día teníamos previsto recorrer el gran Triglav (Eslovenia), uno de los Parques Naturales más bonitos de Europa.
A pocos kilómetros cruzamos la frontera. ¡Ya estábamos en los Alpes Julianos de Eslovenia!
Nos dirigimos a la carretera del Mangart y el Paso Vrsick, uno de nuestros primeros objetivos. Famoso, este último, por sus curvas adoquinadas y su historia. Es, con sus 1.611 metros, el puerto de montaña más alto en Eslovenia y su subida, desde Kranjska Gora, cuenta con 26 curvas de 180º numeradas en cada arcén.
Para descansar del empacho de curvas, antes de llegar a Liubliana, hicimos una parada en el lago Bled. Un pequeño lago glaciar rodeado de montañas, custodiado por un castillo. Lo tiene todo para ser uno de lugares más bonitos de Eslovenia. Fue un gran aporte de energía disfrutar, unos instantes, de unas vistas únicas.
De nuevo sobre el asfalto llegamos a su capital, Liubliana. Pequeña e idílica ciudad, vigilada por su castillo, donde los puentes y las zonas ajardinadas la convierten en un lugar especial. Cambiamos botas por zapatillas y callejeando nos fuimos enamorando a cada paso de esta ciudad con alma de pueblo.
Nuestro siguiente objetivo era la capital de Hungría. No suelen atraernos las capitales, pero con Budapest hicimos una merecida excepción. Nos adentrarnos en Hungría y, antes de llegar a su capital, optamos por bañarnos en las aguas del popular lago Balaton. El mayor lago de Europa central conocido como destino turístico por sus “playas”, resort y todo tipo de servicios (según nuestras impresiones, “el Benidorm de Hungría”).
Budapest no nos defraudó. Tuvimos solo un día para recorrerlo, así que nos tocó desgastar zapatillas en lugar de neumáticos. A un ritmo frenético, conseguimos ver lo más característico de la ciudad; el impresionante edificio del Parlamento, el Puente de las Cadenas, el Castillo de Buda, el Bastión de los Pescadores y su mercado central. Tenemos esa costumbre de visitar los mercados de las ciudades a donde vamos. En forma de alimentos, quedan reflejadas las costumbres del lugar.
Visitado Budapest, pusimos rumbo a nuestro principal objetivo del viaje… Rumanía, concretamente la región que se conoce como Transilvania. El país que más al Este y alejado hemos llegado en moto. Un país con un contraste cultural que ansiábamos conocer.
Teníamos varios propósitos; Castillo de Hunyad, la Transalpina y la Trasfagarasan, Castillo de Peles, Castillo de Bran y Sighișoara. Y por supuesto, estábamos abiertos a cualquier improvisación que se cruzase en nuestro camino.
Con la emoción a flor de piel nos pusimos de nuevo en la carretera. Varias horas después, durante una jornada de sofocantes temperaturas, llegamos a Deva. Un pueblecito con localización estratégica para poder visitar el castillo de Hunyad nada más llegar y tener cerca, al día siguiente, la carretera Transalpina DN67C.
Castillo de Hunyad o castillo de Corvino. El interior está un poco desmantelado y frío pero el exterior es toda una joya. No nos detendremos a contar curiosidades del castillo que podéis encontrar en internet. Simplemente diremos nuestra opinión subjetiva: precioso, digno de cuento y muy bien conservado.
Al día siguiente llegó el momento del primer gran paso de montaña del país. La carretera DN67C de 148 km, la conocida como Transalpina. Esta carretera tiene en su recorrido el punto más alto transitable de Rumanía: el Paso Urdele, situado a 2.145 msnm. Permanece cerrada durante varios meses al año debido a la cantidad de nieve acumulada. Siendo verano, era evidente que estaría abierta, aunque su clima no permitió que viésemos el sol. ¡Aquella nube era interminable!, así que, optamos por volver a subirnos a la moto y continuar, atravesando cortinas de agua.
Curvas y más curvas entre densos y espesos bosques. Si bien a lo largo del país no se veían demasiadas motos, casi ninguna, esta carretera resultó ser uno de los puntos de encuentro entre moteros/as.
Al finalizar el día llegamos a Curtea de Arges. Emocionados por la jornada, continuamos recordando cada curva mientras cenábamos. ¡Y al día siguiente nos esperaba la Trasfagarasan!. La segunda carretera más alta y, por lo que dicen, la más espectacular. Es imposible explicar con palabras lo que sentimos…
Amanece un nuevo día, y una nueva carretera de montaña que recorrer, ¿qué más podemos pedir? Era el turno de la carretera más famosa de Rumanía. ¿Por ser la más “peligrosa”? ¿Por el lago en su cumbre? ¿Por el castillo de Vlad Tepes en el camino? ¿O simplemente porque sale en infinidad de anuncios de coches? Sea como fuere, estábamos ahí e íbamos a recorrerla de sur a norte.
La carretera DN7C, de casi 100 kilómetros, alcanza los 2.034 metros de altura. Desde primera hora una lluvia tenue nos acompañaba y se fue haciendo más fuerte según ganábamos altitud. Después, es la niebla la que decide acompañarnos, haciendo un cóctel incómodo para conducir y el peor escenario para sacar fotos y admirar las vistas. Pero igual que en la jornada anterior, estábamos aquí y necesitábamos subirla.
Una sensación agridulce nos invadió. Éramos privilegiados al poder estar ahí pero, no podíamos admirar aquel escenario en directo. Lo único que vimos fue agua, niebla, algo de nieve y perros asilvestrados en el centro de la calzada. Perros que aparecen en cualquier curva, merendero, gasolinera o terraza de restaurante y a los que recomendamos no acercarse demasiado. No son nada amigables con las motos, sus colmillos los delataban…
Continuamos el camino hacia Brasov, donde estuvimos un par de noches. Días de más turismo y menos moto que agradecimos después de recorrer las dos carreteras más altas del país. Visitamos la propia ciudad y los alrededores; Castillo de Peles, Castillo de Bran e iglesia fortificada de Prejmer.
El castillo de Peles, imponente desde el exterior, rodeado de unos exuberantes jardines, alargadas torres y todo tipo de detalle en su construcción. Realmente es un palacio, antigua residencia de los Reyes y ahora museo. Una vez dentro, la boca y los ojos se abren sin querer… ¡es impresionante!. Todo está cuidado al detalle y en perfecto estado, estancias señoriales decoradas con muebles, lámparas y alfombras que solo pueden verse en un palacio.
El castillo de Bran es uno de los principales atractivos turísticos de la zona por la creencia de que fuese la residencia de Vlad Tepes, “El Empalador”. Personaje en el que se inspiró la historia de Drácula. Una zona de mucho restaurante, puestos varios y turistas llenando las calles. Tras esperar una larga fila para acceder al interior, el castillo resultó ser menos espectacular de lo esperado, y nada tiene que ver con Drácula ni Vlad Tepes. A nuestro modo de ver fue un poco decepcionante. La esencia del lugar se empañó por la gran cantidad de turistas que, como nosotros, buscábamos la foto.
La iglesia fortificada de Prejmer, considerada como una de las más grandes de Europa, fue nuestra siguiente visita. Se encuentra tan bien conservada que parece que nos adentremos en la Edad Media.
De vuelta al hotel en Brasov, aún teníamos tiempo para probar uno de los dulces que veíamos por toda Rumanía y Hungría, un Kürtőskalács o pasteles de chimenea. ¡No os podéis perder esta delicia!
Un detalle de estos días como turistas a pie, en Brasov, es que nos recomendaban volver al hotel, en la medida de lo posible, mientras hubiese luz del día. Y es que en Rumanía, habita la mayor población de osos pardos de Europa. Nos aconsejaron hacerlo así porque en solían bajar a las ciudades en busca de comida. Del mismo modo, cuando recorrimos la Trasfagarasan no pudimos subir las escaleras que llevan al verdadero castillo de Vlad Tepes; el Castillo Poenari. Unos carteles avisaban de la cercanía de una familia de estos grades mamíferos.
Tras varios días, con Brasov como base, tocaba moverse para visitar Sighișoara, pero con vuelta… Parecía que iba a hacer buen día como para intentar subir de nuevo la Trasfagarasan. Esta vez solo la cara norte, pero ansiábamos volver a esa carretera y quitarnos esa sensación agridulce.
Por fin, esta vez con el asfalto seco, conseguimos subir y ver el lago Balea, no sin algo de niebla, parece que allí es lo más habitual. Lo curioso es que la niebla viene y va en cuestión de segundos.
Recorrida la carretera más famosa de Rumanía por segunda vez, retomamos camino a Sighisoara. Una pequeña ciudad fortificada que destaca por las casas de la Ciudadela, la Torre del Reloj, su cementerio y las escaleras de la escuela. Es considerada la ciudad natal de Vlad Tepes, príncipe de los Cárpatos, cuya figura dio lugar a la leyenda de Drácula.
Es un pueblo con varias opciones de alojamiento, tiendas de recuerdo y que invita a recorrer sus calles medievales. Un laberinto empedrado y empinado con casas de llamativos colores, donde en cada esquina se respira historia y tradición. Por leyenda, por historia, por cualquier razón… es una ciudad digna de visita en un viaje a Rumanía.
Desde aquí, hicimos varias excursiones. Una de ellas a Viscri. Un tranquilo pueblo de Transilvania que parece estar anclado en el tiempo, donde se refleja la tradicional vida rural transilvana. Es un pueblo aislado, conectado por una “carretera” que después desaparece para convertirse en los caminos de tierra que conforman las calles.
Entre la falta de asfalto firme que nos hizo aparcar la moto algo lejos, y el calor sofocante de aquel día, no pudimos apreciar toda la belleza del lugar, pero sin duda, recomendamos la visita.
Sighisoara era el punto de retorno. Tocaba comenzar el camino de vuelta, pero todavía con varios lugares en mente para visitar. Así, aunque a nadie le apetece volver, esta vez seguíamos teniendo un aliciente para hacerlo.
Primera parada de vuelta, la Salina Turda, una antigua mina de sal. Y os preguntaréis… ¿Qué atractivo tiene una mina de sal? El parque de atracciones subterráneo en su interior. Su escasa variedad de atracciones hace que el interés de turistas se mueva por lo sorprendente del lugar. ¿Una noria subterránea o un paseo en barca a más de 10 metros de profundidad? Sí, como lo leéis, una mezcla entre museo minero y parque temático subterráneos.
Dejando atrás Rumanía, continuamos hasta el lago Héviz (Hungría), el lago termal más grande del mundo. Poder nadar entre sus aguas es una experiencia única que recomendamos realizar.
Continuamos hasta Maribor (Hungría), siguiente destino a visitar de camino a casa. Es una ciudad que invita a pasear. Amplios jardines, multitud de terrazas, calles peatonales y sobre todo el paseo por el río Drava donde preciosos cisnes esperan ser fotografiados. Una ciudad especial, un lugar donde podríamos habernos quedado más tiempo.
Pero debíamos continuar, aunque nos esperaba otro gran destino… Las cuevas de Postojna. Nos apasionan las cuevas y siempre que tenemos oportunidad nos adentramos en una. Además, según cuenta la leyenda, en esta cueva nacen las crías de dragón, unos pequeños animalitos conocidos como proteos.
Dejando atrás la Europa del Este, comenzaba la soporífera vuelta a casa por vías rápidas. Cruzar Italia y Francia de la manera más rápida posible para llegar a casa. Pero teníamos un último atractivo, descubrir Verona.
Así que ahí estábamos, en Verona, agotados, con un calor infernal y una ciudad para visitar. Siendo sinceros, estábamos tan agotados que nuestro turismo se limitó al balcón de Julieta (llenísimo de gente) y el anfiteatro. El resto fue descansar en un banco de la plaza degustando un enorme helado italiano. Eso también es turismo, ¿no?.
Fue la última parada turística, la siguiente noche sería en forma de “pit stop” en algún lugar de la autopista para llegar a Pamplona. Más de 7.000 kilómetros y 3 semanas después llegábamos a casa ¡Hogar, dulce hogar!
Pasados unos días en nuestra tierra, nos percatamos que además de souvenirs y fotos varias nos habíamos traído otro recuerdo de las carreteras de Rumanía… Un gran bache que allí solo se quedó en un susto, destrozó la llanta delantera. Lo sorprendente es que el neumático no perdía aire y que la dirección no vibraba, desde Rumanía hasta Pamplona sin ningún tipo de sospecha.
Cada experiencia vivida por estos países se ha quedado con nosotros, haciéndonos soñar despiertos.
Eslovenia, un pequeño país con mezcla italiana y austriaca. Fantástico desde su montaña más alta en el Parque Nacional del Triglav hasta las profundidades de sus cuevas. Su acogedora capital y preciosos pueblos invitan a disfrutar de su cultura.
Hungría, nosotros nos centramos en sus dos grandes lagos y su monumental capital, Budapest. Con una riqueza arquitectónica merecedora de visita, pasear por sus calles es todo un privilegio para los sentidos.
Rumanía, el objetivo de nuestro viaje, nuestro destino más lejano hasta el momento. Un país con una personalidad propia, lleno de leyendas, ciudades medievales y castillos. Una gastronomía exquisita, en la que su punto fuerte es la carne a la brasa, delicioso. Y qué decir de su entorno… infinitos bosques, montañas gigantes y una abundante fauna, en concreto osos. Visitamos la zona de los Cárpatos y Transilvania, pero volveremos a su parte Norte, sabemos que esconde mucho más.
En definitiva, uno de esos viajes que recuerdas con ilusión. Uno de esos viajes que está anclado en nuestros mejores recuerdos.
¡Nos vemos en la carretera!
8 respuestas
Pues puede que me lo proponga para 2024, no lo descarto.
Desde luego es un viajado. Si lo realizas vas a disfrutarlo. Un destino que nos sorprendió y al que, sin duda, volveremos.
Gracias por leernos.
Gracias por contarlo, me estoy planteando ir en 2024 y creo que vuestras indicaciones me a a venir estupendamente.
Gracias a ti por interesarte en nuestro contenido, nos alegramos de que te haya podido servir de pequeña ayuda.
Es un viajazo en el que vas a disfrutar seguro de cada kilómetro. Nosotros volvimos enamorados de ese país.
Nos vemos en la carretera!
Estupenda crónica, espero poder recorrer Rumania este verano.
saludos desde Bilbao.
Gracias por tu comentario. Nos alegra que te haya gustado e incluso servido para tu futuro viaje. Vas a disfrutar mucho de Rumanía.
Hola Pareja.
Que viaje más chulo y que soba de moto, me ha gustado mucho vuestro viaje.
Envidia sana me dais pareja
Hola Maeesse!! La verdad es que si que fue una soba de moto, pero en moto sarna con gusto no pica. Ya sabes de que hablamos jejeje. El viaje una pasada, completamente recomendable.
¡Gracias por leernos!